Por sus 56 años, dedicado a mis padres.
- Carolina Idrogo
- 23 dic 2016
- 2 Min. de lectura
No existe amor que no deje huella y que si es pleno y verdadero será permanente.
Así fue, ha sido y será el amor que se profesaron ustedes, amados padres.
Hoy de no haber partido físicamente tú viejo amado,
estaríamos celebrando todos sus 56 años de aniversario al lado de nuestra madre,
es grato saber que ustedes no fueron la regla sino como muchos, la excepción
y que en vez de nosotros como hijas seguir lo que dirían muchos sus pasos,
de su gran amor y forma de querer fue que tomamos decisiones
como referencia de ustedes y del amor inconmensurable que se profesaron
de que nuestros estándares de cómo se debe sentir y ser el verdadero amor
para vivir a la altura de esa expectativa así haya costado separaciones que nunca
hubiésemos querido decidir sucediesen, pero eso forma parte de la vida,
aprender lo que es bueno para uno, a despedirse, a soltar, a crecer aunque el costo
muchas veces sea la renuncia de lo que creíamos era para un siempre en nuestras vidas.
A ustedes amados padres, que en vida mi papá, con sus errores y aciertos vivieron su manera de amarse hasta el final, solo la muerte momentánea los ha separado pero no deja de ser inmortal lo que ustedes vivieron, y el legado que de ello nos queda, permanecerá por siempre. Aprendí de su gran amor, desde tan jóvenes, a la aceptación, a la complejidad de acoplarse para poder convivir, a compartir sus afines gustos con la mayor intensidad, a muchas veces la tolerancia, cuando no cabía otra manera de cruzar tantas adversidades y pruebas, a las largas madrugadas de charlas entre ustedes, que desde niña escuchaba, para poder resolver y criar a sus 4 hijos.
Crecí en un ambiente de música, la guitarra como protagonista, de canto, de parrandas, de dos seres que a pesar de sus riñas, aprendieron a amarse incondicionalmente como pocos.
En honor a ustedes, yo sigo siempre llevando en mi ese amor que ustedes se permitieron compartir en vida, haciendo de él, no solo la consecuencia de la llegada de nosotros como hijos, sino que fue lo que sostuvo el desafío de enfrentar la vida juntos hasta el final.
Siempre tendré presente, su etapa de novios, las cartas tan hermosas que mi padre le dedicó a nuestra madre, las serenatas, y como se enfrentaron a todos los que no creían en su amor. Y como ven, el testigo del tiempo comprobó lo contrario por más de 50 años.
Aquí les dedico en honor a tantos años de amor y a esa etapa que tanto me contaron de cuando fueron novios.
Los ama por siempre,
su hija Carol,


























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