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Tus ojos, tu mirada

  • Carolina Idrogo
  • 13 may 2017
  • 1 Min. de lectura

Tus ojos, tu mirada, que milagro más preciado, anhelado tropiezo, verles, perderme en ellos, hacerlos míos, cautivadores, tramposos, celestiales y tan míos...

Tus ojos, de transparente brillo, puedo caminar por la oscuridad y si abres tus ojos puedo seguir el paso, seguir el camino que siempre me lleva a ti y a ellos, porque brillan, encandilan mi existencia y si, me he perdido en ellos.

Tus ojos con el color de la tierra, se humedecen por nada y de la nada, brotan lágrimas casi a diario, como pequeña casca-dita y yo me convierto en un niño que se sumerge en ella, y como hombre, las acaricio, porque tus ojos sacan de mi la ternura que desconocía podía poseer y entregar para una mujer como tú.

Tus ojos tan transparentes y auténticos, sin adornos, sin pinceles, sin acuarelas, originales como una locura permitida.

Ojos que son como volcanes en permanente erupción o estallido, hablan, susurran, envuelven, seducen, enamoran, son mi cárcel y qué importa, estoy de ellos cautivo.

Tu mirada la ansiaba encontrar desde hace tanto, fueron tantas miradas errantes antes de la tuya, que cuando logré verla desde la mía, supe que eras tú, a quien esperaba reconocer con tan solo verle y verme en su mirada.

Ojos de almendra, ojos brillantes, ojos tan lúcidos y hermosos ante mi, y cuando no estás cerca, solo me basta con cerrar los míos y encontrar los tuyos y una vez más hacerte mía, tan mía, como ya lo es tu mirada.

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